novela de Mario Gallo por entregas

sábado, 7 de marzo de 2009

2. La conversación eterna (I)

CUADRO PRIMERO

Un cielo azul metalizado. La Cruz del Sur bien definida. En el centro de una rotonda perdida en el culo del mundo, un ombú con sus ramas peladas y raíces como garras gigantes formando caprichosa cueva, testigo privilegiado de la historia local. Fantasmas en el mejor momento de sus capacidades mentales, reunidos por cuestiones de los sueños y los caprichos de alguien que va camino al olvido, discuten despreocupadamente en este paisaje arbitrario y ajeno.

Eric Arthur Blair. -(Rompiendo el silencio) Quien controle el pasado, según versa el slogan partidario, controlará el futuro. Yo digo, señores míos, (el índice que apunta al firmamento): quien controle el presente, controlará el pasado.

François Marie Arouet. -(Aplaudiendo excitadamente) ¡Muy bien, muy bien, excelente, camarada! No tengo duda que esa frase quedará en los anales de la historia, si no es que ya ha quedado, para salvaguardar futuras generaciones. ¿Y sabe por qué aplaudo su idea? Por una razón muy simple y sencilla: porque hay verdades que no son para todos los hombres, ni para todos los tiempos.

Eric Arthur Blair. –Por eso nosotros en uno de nuestros últimos grandes conflictos sentenciamos noventa y nueve años de secreto militar. Y el pueblo, para bien o para mal, estuvo de acuerdo. Eso deberían hacer todos los países que quisieran ser de avanzada. Deberían entender la política de Estado como la única forma de construir un país en serio, y desentenderse de esos soñadores empedernidos que a la larga o a la corta siempre los conducen al caos y a la incertidumbre. Basta de demagogia. Basta de memoria a medias. La memoria sin razonamiento es un ejercicio improductivo y peligroso. Basta de revolver y revolver como cirujas en la mugre. ¡Basta, por favor!

El Glotón o El Loco. –Es cierto, Eric. Sí, es cierto. A veces, es necesario preservar nuestras acciones de la chusma. Hay que hablar, hay que discutir, pero hay que hacerlos participar lo menos posible. O lo que sería mejor: nunca. Suena un poco... antidemocrático, pero es preferible antes que el desborde arrollador.

François Marie Arouet. -¡Bien dicho! Apruebo eso también.

El Glotón o El Loco. –Gracias, amigo mío. A propósito, recuerdo, como en un sueño, cuando la gente se nos acercaba a preguntarnos por qué combatíamos. Y yo, una noche de insomnio y plagada de pensamientos lujuriosos que invocaban a una adolescente conquistable, tomé pluma y papel y le escribí al héroe de Pavón: La gente es rara. Esa gran puta famélica que es la gente necesita que le procesen las ideas, los motivos, las estrategias, como papilla para bebé. Luego, cuando la gente sale graciosamente de la anarquía, cuando todo vuelve de la noche a la mañana a la normalidad, cuando se siente segura en las calles o en la campaña acompañada de sus familiares y amigos, olvida, rápidamente. La gente es desagradecida. La gente, le repito, se parece a una formidable puta famélica. Entra y sale de la habitación como si nada. Hoy está con uno, mañana, quién sabe. Yo, que en un acto de justicia puro declaré ladrones a los montoneros sin hacerles el honor de considerarlos partidarios políticos ni elevar sus depredaciones al rango de reacciones; yo, que exterminé a cuanto caudillo rompe-pelotas azotó al país, los miraba a los ojos, a cada uno de esos individuos, esos que como oligofrénicos preguntaban por qué combatíamos, y a su vez trataba de guiarlos, no sin cierta decepción, haciendo uso de la mayéutica aristotélica: Pero... ¿acaso no se dan cuenta? Y el silencio me taladraba el cerebro. Es sencillo. Tan sencillo como cuando establecí en aquel documento, en derecho, la guerra a muerte. Porque ése es el derecho de gentes: la guerra civil establece los derechos de los sublevados a ser tratados con las consideraciones debidas al prisionero de guerra. Cuando a ciertos hombres no se les concede los derechos de la guerra, entran en el género de los vándalos, de los piratas, es decir, de los que no tienen comisión, ni derecho para hacer la guerra, y por la propia seguridad es permitido quitarles la vida donde se les encuentre. ¿Ahora entienden? ¡Abran los ojos, carajo! Combatimos para devolver a las ciudades su vida propia. Y algunos, beatos de mierda, persignándose una y otra vez, me acosaban: ¿Cómo? ¿Cómo puede ser que un creyente como usted, con una madre devota de los Santos Evangelios, con parientes entronados en la Santa Iglesia, reniegue de Dios, de todo lo que Dios significa y, por sobre todo, se exponga irracionalmente al castigo Divino? Y yo les decía, primero con los ojos y luego con voz de trueno, a sabiendas de que mi causa estaba perdida de antemano: Deberían conocer, ignorantes desagradecidos y mezquinos, que la Nación está primero, y si uno está convencido de que la Nación está primero, entonces, Dios definitivamente no existe.

(Silencio)

Fedor D. –En tal caso, amigos, si Dios no existe, ¿podríamos aventurarnos a sentenciar que... todo está permitido?

(Silencio prolongado y reflexivo)

François Marie Arouet. –Bueno, bueno, creo que esto se está poniendo peligroso. Estamos en presencia de un verdadero dilema o, si ustedes prefieren, de una verdadera tragedia. Se me ocurre, a fin de continuar con esta tan interesante conversación filosófica a la luz de la luna, que si Dios no existe o dejara de existir, digo, ¿no sería necesario inventarlo o, mejor dicho, reinventarlo?

(Todos los fantasmas se miran entre sí buscando alguna respuesta)

(Alguien baja de la copa del ombú despaciosamente, como un gato; todos se alteran)

Exteban Expósito. -Caballeros, he seguido atentamente sus palabras y creo que ustedes no se han dado cuenta de algo. Y, por otro lado, debo confesar que me sorprenden. Lo realmente trágico, distinguidos señores fantasmitas, es que, les guste o no, todo está permitido siempre, exista o no exista Dios.

El Glotón o El Loco. –Usted no tiene derecho a meterse en una conversación privada. Y menos siendo un simple personaje de ficción. Los personajes no tienen alma. En todo caso, tendría que estar aquí su alter ego, pero todos bien sabemos que, al menos en este momento, todavía está vivito y coleando. ¡A ver! ¡Que alguien haga algo!

Fedor D. –Calma, calma, mi estimadísimo maestruli, dicho esto con todo respeto, claro está. Ese carácter irascible lo va a matar... por segunda vez. Y no quisiera verlo padecer nuevamente el bronce trepando por sus piernas. Debe ser una sensación realmente desagradable. Mire que ocurrírsele decir semejante cosa en tales circunstancias. Sólo un genio como el suyo es capaz de algo así. Piense. Analice. Considere. El concepto del señor, más allá de que esta cosa sea un personaje de ficción o alter ego de vaya uno a saber quién, y que, además, no tenga los más mínimos modales como decir “buenas noches”, nos guste o no, es coherente y ayuda a nuestra causa.

Exteban Expósito. –Che, paren un poco. Reconozco que no saludé al bajar del árbol y todo lo que ustedes quieran, pero en ningún momento dije que adhería a esa causa que ustedes defienden con tanto ahínco. Es más, todo lo contrario, me parece un despropósito. Porque los organismos de derechos humanos...

Mac El Cazarojos. –¡Por favor, caballero, no empiece a romper las pelotas con los derechos humanos! Los derechos humanos son sólo una metáfora, un mal... necesario. ¿No se da cuenta de que gente de su ralea cuando tienen la manija son los primeros en cagarse en ellos? Y además, no perdamos más el tiempo discutiendo nimiedades o hablando de Dios como si estuviésemos en verdad en un maldito curso de filosofía. Ni discutiendo con este bleeding heart.

El Cholo o El Tape de las Misiones. -Señores, tal vez yo, como actor privilegiado de las acciones que dieron origen a estos confines olvidados por cualquier divinidad que consideren y adoren sus actuales habitantes, y más allá de todos estos conceptos, fundamentados por cierto por tan distinguidos pensadores, incluso... incluso las ideas del señor Expósito, o las de su creador, que para el caso viene a ser lo mismo por más que se esconda detrás de lo que él llama “ficciones”, deba recordarles que, lejos de lo que la mayoría estime qué es mejor hacer en determinadas circunstancias, circunstancias que, por otra parte y hablando con total sinceridad, están siempre más allá del living de sus casas e incluso de su comprensión, no hay que aprobar jamás, escuchen esto, ¡jamás!, que un hijo del país se una a una nación extranjera para humillar a su patria.

Exteban Expósito. -¿Aunque La Ira Divina o el pueblo nos cuelgue en la Plaza Mayor?

El Cholo o El Tape de las Misiones. -(Mirándolo fijo a los ojos) ¿Qué duda le cabe, m´hijo?

El Glotón o El Loco. –Entonces, Caballeros, que no se hable más. Brindemos por nosotros, por el bronce que perpetua nuestras almas y, por sobre todo, por nuestras más profundas convicciones.

Exteban Expósito. -¿Brindemos? Brindemos, las pelotas. Yo con ustedes no brindo un sorete, manga de putos.

1 comentario:

Mucha dijo...

Te descubrí me gusto y ahora te seguiré