novela de Mario Gallo por entregas

viernes, 6 de marzo de 2009

3. Los Jardines del Olvido

Libros. Libros. Libros. La biblioteca repleta de libros. La mesa del estudio repleta de libros. Es que, con el tiempo, sintió una profunda necesidad de saber, una rabiosa necesidad de arrancarse la oficialidad de los hechos y de la engañosa no oficialidad de los mismos, de arrancarse lo aprendido en la escuela, de arrancarse lo vomitado por los medios, de arrancarse los comentarios inescrupulosos e infundados, como una serpiente se arranca la piel a medida que su cuerpo inevitablemente crece al compás de los ciclos de la vida. Y fue así que se lanzó a los libros y a los materiales más heterogéneos con un apetito demencial con el fin de encontrar alguna respuesta o, tan solo, alguna voz distinta a la escuchada hasta ahora.
Libros. Libros. Pilas de libros. Las espaldas cubiertas por infinidad de libros. Libros en inglés, en castellano, en francés, en alemán. Una inmensa torre de Babel dispuesta a calmar sus deseos de respuesta en un país y en un mundo sin respuestas o donde las respuestas continuaban siendo aún escasas. Había que evitar seguir perdiendo el tiempo. Pero el tiempo, paradójicamente, era lo que menos sobraba. Había que reconstruir su memoria, una memoria compuesta, en gran medida, por basura y desperdicio atiborrado por años, por generaciones, por siglos. Una memoria superpoblada por los “otros”. Tenía que encontrarse con su propia voz. Aunque a veces pensara que la confusión lo estaba cercando. No hay nada más triste que conocer más y estar cada vez más lejos de la verdad, se decía.
Y no supo muy bien cómo, pero de buenas a primeras, mientras observaba molesto la luz titilando por la baja tensión, mientras su oído se percataba de algún perro ladrándole a la nada, se encontró recorriendo los jardines del olvido o en presencia del punto exacto donde comenzó su rebelión.

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